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Otras formas de enseñar y de aprender. Introducción a las pedagogías feministas

El sistema que ha regido a nuestra sociedad durante el último siglo (y más), ha sido cuestionado y señalado por sus características segregadoras, opresoras y que generan desigualdades sociales. Estas críticas se realizan sobre los distintos elementos e instituciones que lo componen, siendo la educación uno fundamental.


Este escrito tiene como principal objetivo recuperar algunos de los planteamientos y críticas que surgen desde las pedagogías feministas, e invitar a quienes participan en los procesos de formación en todas sus modalidades, a pensar en otras formas de promover el aprendizaje; considerando de manera holística los elementos personales y sociales que influyen, y dejando la idea de que lo más importante es la transmisión de conocimientos de forma estandarizada y descontextualizada.


Los procesos educativos en sus distintas formas tienen como objetivo la reproducción de los principios sociales, éticos, económicos y culturales de la época. Ejemplo de esto se puede ver en cómo la educación tradicional/bancaria se convirtió en una clave esencial durante la guerra tecnológica y científica que se llevó a cabo entre Estados Unidos de América y Rusia en el siglo pasado; o como existieron escuelas para “señoritas” en donde se enseñaba a las mujeres la forma adecuada de comportarse desde una visión donde ser madre, esposa y ama de casa era el rol principal a desarrollar. Esto ha llevado a que la educación actual tenga como principal eje el responder a un sistema que se basa en el capitalismo, el patriarcado, la heteronorma y la supremacía blanca (Troncoso et al., 2019; Korol, 2007).


Bajo esta idea de que la escuela es reproductora de los principios sociales, los cuales a su vez responden a una filosofía que se basa en la opresión de recursos, personas y espacios, y que generan desigualdades; las pedagogías con un corte crítico y liberal, como las feministas, buscan que la educación sea un espacio en el que sea posible comprender y transformar la realidad social. A su vez, esto llega a generar que se perciban como radicales y de resistencia; y en muchas ocasiones sean desechadas por esto (Molina, 2023, p. 3).


Como se mencionó, la educación en su forma más “tradicional” donde la figura docente o de autoridad (como madres/padres en la educación informal) se ve como la encargada de transmitir el aprendizaje, y a quien está aprendiendo como un contenedor en el cual vaciar todo el conocimiento y una grabadora que después sea capaz de repetirlo como se le enseñó; busca generar prototipos de ciudadanos/ciudadanas lo más cercano a lo que sirve para mantener al capitalismo, la heteronorma y la supremacía blanca.


Esto tiene distintas implicaciones negativas como el que deja de lado a muchas identidades, sus contextos y experiencias de vida. Por lo que, desde pedagogías contrahegemónicas, se invita a recuperar otras experiencias y conocimientos que suelen estar silenciados, como los pertenecientes a grupos oprimidos; con el fin de generar nuevas formas de identificación, donde quepan más personas (Escudero, 2017, p.44; Walsh, 2013, p.30; África, 2008; Anzaldúa 1987; Walsh, 2013; Cumes en Rodríguez 2018).


Otra de las implicaciones que tiene la jerarquización de los roles en los procesos de aprendizaje, es que se normalizan las relaciones de poder (Bello, 2020, p.141) y el cumplimiento de mandatos sociales basados en éstas; llevando a que se vean como no valiosas las aportaciones que puedan hacer quienes se encuentran en los niveles más bajos dentro de dichas relaciones de poder, como estudiantes e hijxs. Asimismo, al verse con la necesidad de cumplir con mandatos, se les obliga a quienes son percibidas como mujeres a tener roles menos activos y posicionarse desde las periferias; mientras que los hombres tienen que buscar mantener el estatus de masculinidad, el cual está muy relacionado con la desvinculación de las emociones, la competencia entre pares y el ejercicio de violencia (por ejemplo, lo normalizado que se tiene la idea de que los hombres están acostumbrados a jugar brusco), así como la explotación de otrxs como forma de reafirmar su estatus de hombre (Segato, 2018; Davies en Matarraz et al, 2024).


Por otro lado, una de las aportaciones más relevantes que se realizan desde pedagogías feministas consiste en el rol que juegan los afectos en el proceso de enseñanza-aprendizaje y de desarrollo de la identidad. Pues mientras que, en la educación tradicional, a partir de la idea de separar la razón de la emoción, se suele pensar que éstos deben de encontrarse en la menor medida posible, incluso evitarse activamente; en pedagogías no tradicionales se piensa en los afectos como elementos que permiten conectar con las otras personas, vincular con las experiencias personales y colectivas y empatizar con las realidades y desiguales que se presentan (Bello, 2022, p. 141).


Asimismo, las pedagogías liberales invitan a llevar a cabo otro tipo de dinámicas donde se ponga en el centro el diálogo y la escucha activa, así como el conectar emocionalmente tanto con las otras personas como con unx mismx, buscando que se realicen constantemente procesos de introspección sobre el pensar, actuar y sentir propio; pero sin dejar de lado la colectividad para desaprender y acompañarse desde las diferentes realidades que se habitan (Korol, 2007; Noddings en Burga, 2018; Bello, 2020, p. 134; Korol, 2019).


En este sentido, pensar la educación desde una mirada feminista no solo implica cuestionar los contenidos, los métodos y las jerarquías tradicionales, sino también imaginar y construir otras formas posibles de aprender y enseñar; en las que la diversidad, el afecto, la justicia y el reconocimiento mutuo sean principios fundamentales. Recuperar las experiencias, saberes y sentires de a quienes históricamente se les ha excluido del relato hegemónico es una apuesta política y ética por una educación más humana, situada y transformadora. Una educación que no busque moldear cuerpos y mentes para encajar en un sistema opresivo, sino que habilite espacios para la pregunta, el vínculo, la escucha y la construcción conjunta.


Referencias

África, M. (2008) Que no nos arranquen la lengua. deSignis. 12 85-92

Anzaldúa, G. (1987) Borderlands/La Frontera. Aunt Lute Books.

Burga, C. (2018) La pedagogía del cuidado de Nel Noddings y la construcción de la identidad de adolescentes de una escuela pública. [Tesis]. Universidad Antonio Ruiz de Montoya.

Dalband, H. (2023) Educación popular en voces cubanas. Plaza y Valdés

Escudero, I. (2017) La educación como espacio de resistencia. Una propuesta desde las artes y la educación social asentada en la pedagogía queer (pedagoqueer). Interalia (12) 40-52

Korol, C. (2007) Hacia una pedagogía feminista. El colectivo.

Matarraz, M. et. al. (2024) Pedagogías feministas. Reflexiones para la igualdad de género en la escuela. DYKINSON.

Molina, M. (2023) De la pedagogía de la crueldad a una pedagogía crítica, feminista y decolonial. Repensar el lazo social a partir de Rita Segato. Praxis, 27 (2) 1-17.

Rodríguez, A. (2018) Aura Cumes, escritora: “Un patriarcado colonial somete no sólo a las mujeres”. Palabra pública, en https://palabrapublica.uchile.cl/aura-cumes-escritora-un-patriarcado-colonial-somete-no-solo-a-las-mujeres/

Segato, R. (2018) Contra-pedagogías de la crueldad. Prometeos Libros.

Troncoso, L., Follegati, L. y Stutzin V. (2019) Más allá de una educación no sexista: aportes de pedagogías feministas interseccionales. Revista de Investigación Educacional Latinoamericana 56 (1) 1-15

Walsh (2013) Introducción. Lo pedagógico y decolonial: Entretejiendo caminos. PEDAGOGÍAS DECOLONIALES. Prácticas insurgentes de resistir, (re) existir y (re) vivir. Tomo I. 23-68

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